Cuando pensamos en viajar a Madagascar, enseguida se nos vienen a la cabeza los lémures, sus costas, y la película de los animales que mueven el bote. Pero, ¿sabías que Madagascar es uno de los 10 países más pobres del mundo?
Nosotros teníamos una idea de la situación del país, pero no sabíamos que estaba entre los diez primeros puestos. Y por supuesto, no estábamos preparados para vivirlo en carne propia (creo que es imposible estarlo).
Hoy les contamos nuestra experiencia.
¿Quién dice que es el más pobre y por qué?
Dependiendo de los elementos o indicadores que se tomen, puede que esté o no dentro de los diez primeros, pero siempre está encabezando los listados.
Si nos basamos en el PBI (producto bruto interno o PIB – producto interno bruto-), que es el modelo usado a nivel mundial para estudiar la economía de los estados, y tomamos específicamente el PBI per cápita como indicador, Madagascar ocupa hoy en 2019 el puesto número 7.
Es decir que solo hay en el mundo 6 países más pobres que Madagascar, y oh casualidad, todos están en África. Los primeros 6 países más pobres son Sudán del Sur, Burundi, Malawi, Sierra Leona, República Centroafricana, y su vecino, Mozambique.
El PBI per cápita en Madagascar es de 500.95 usd. No somos economistas ni expertos en la materia, pero no hay que serlo para que en la comparación, nos demos cuenta de lo que estamos hablando. Si mirás un listado de países ordenado de mayor a menor, teniendo en el número 1 al país con mayor PBI per cápita (Luxemburgo), Madagascar está en el puesto número 179.
Para que tengan un punto de referencia y se hagan una idea, España está por ejemplo en el puesto número 30 de esa lista, Uruguay en el 47, Chile en el 53, Brasil en el 70, Argentina en el 71, Tailandia en el 82, Filipinas en el 125, Venezuela en el 127.
Si pensamos en algunos de los países más pobres que hemos visitado, vemos que todos están por encima de Madagascar: Vietnam (puesto 131), India (139), Kenia (141), Camboya (146) y Tanzania (157). Incluso Haití (165) y Afganistán (176) tienen mayor PBI per cápita que Madagascar.
Madagascar está en este listado global en el puesto 179, lo cual lo ubica como dijimos al inicio, en el lugar del séptimo país más pobre del mundo.
¿A qué se debe esto?
Obviamente es un tema muy complejo y que responde a varios factores, sería muy simplista tratar de responder esto, más aún sin conocimiento de causa.
Pero entre los factores más relevantes, nos encontramos con que la mayoría de su población continúa dependiendo de la agricultura como medio de sustento, lo cual hace que su economía sea especialmente vulnerable al clima y a sus inclemencias.
En adición, es un país que desde que se independizó hace no mucho de Francia, en 1960, ha sufrido numerosos episodios de inestabilidad política, elecciones controvertidas y golpes de estado violentos. Si a esto sumamos su ubicación, la corrupción, epidemias, enfermedades, problemas sanitarios y otros factores, tenemos un panorama poco alentador.
Según el Banco Mundial, el 90% de los malgaches vive con menos de 2usd al día. La brecha entre los ricos y los pobres es inmensa. La esperanza de vida es de solo 60 años, y la calidad de vida de la gran mayoría de la población es muy mala.
¿Cómo es la experiencia para el viajero?
Dicho todo esto, tienen que saber que se van a encontrar con realidades muy crudas, que los van a sacudir hasta la última fibra. Creo que como dije al principio, ni aún leyendo sobre esta realidad vas estar preparado para vivirlo.
Pero el tema se puede dividir en varios aspectos, ya que una cosa es como esto afecta tu viaje desde el punto de vista objetivo (esto es, en transporte, sanidad, alojamiento, alimentación, etc), y como lo afecta desde el punto de vista subjetivo (más que nada a nivel emocional y de experiencias).
Punto de vista objetivo.
La realidad es que es posible visitar el país sin tener que meterte de lleno a analizar este tema, ni vivirlo. ¿Cómo? Volando a Antananarivo, y desde ahí, volando directo a alguno de los destinos famosos de playas como Nosy Be, St. Marie o el hiper famoso Parque Nacional Isalo. En estos casos seguramente veas muy por encima apenitas una punta del iceberg, cuando tengas que trasladarte o antes de entrar a los parques.
Pero si tu idea es recorrer el país por tierra, va a ser imposible ser ajeno a la realidad del país. Y no hablo de que vayas a estar pasando necesidades en carne propia, porque más allá de las limitaciones puntuales que pueda haber, hay infraestructura turística y no vas a tener problemas en ese sentido. El país está relativamente preparado para recibir al turista.
En cuanto a alojamiento, en todos los hoteles de gama media y por supuesto alta, vas a contar con agua caliente, cama con colchón, ventilador o incluso aire acondicionado, e incluso otras comodidades como wifi o tv con cable o incluso hasta heladera.
Cuando te toque circular por rutas y calles te vas a encontrar con rutas en paupérrimo estado, mal señalizadas, y nula iluminación vial. A esto vas a tener que sumarle la falta de veredas como tales, la circulación de carros tirados no solo por animales sino por personas, la cantidad de personas caminando por las rutas y la enorme cantidad de niños solitos en medio de las rutas. Esto obviamente supone un riesgo, y es por eso que lo más recomendado es alquilar un vehículo con conductor.
Pasando ahora al tema de la alimentación. Básicamente se come mucho arroz, maíz y carne de cebú. También en zonas costeras se consume pescado. Dicho esto, en las ciudades grandes y lugares turísticos podés encontrar también opciones como puede ser desde pizza hasta pasta, pollo, postres, etc. Resumiendo, si comes siempre en los hoteles y restaurantes dirigidos a extranjeros, no vas a tener grandes problemas con la comida.
Hay varios puntos a tener en cuenta relacionados a la salubridad. El agua no es potable, lo cual hace que tengamos que tener especial atención con esto y estar siempre surtidos de bidones de agua hasta para lavarte los dientes.
La falta de heladeras hace que muchos alimentos no estén en condiciones de refrigeración adecuadas, por lo cual no es conveniente comer en lugares poco confiables, sobre todo alimentos como carnes o lácteos (sin pasteurizar). Tampoco es conveniente consumir frutas o verduras crudas (chau ensaladas).
¿Qué se puede comer en la calle? Alimentos fritos bien cocidos, pan, todo lo que lleve horno. Nada de ensaladas, carnes, frutas, yogures, quesos, leche, jugos y licuados o bebidas con hielo, entre otros.
Se que esta recomendación suele ser usual en varios países del mundo, sobre todo tropicales, pero acá cobra especial importancia.
Siguiendo con temas de salubridad, hay otros puntos a tener en consideración a la hora de viajar a Madagascar. Hay que usar siempre repelente porque casi todo el país es zona de riesgo de Malaria, y es altamente recomendado el consumo de Mefloquina (el tratamiento antipalúdico para la malaria, que en Uruguay se conoce como Lariam).
Tenes que tener todas las vacunas al día, sobre todo la antitetánica, hepatitis, meningitis, entre otras. Muchos recomiendan además vacunas para la rabia, fiebre tifoidea y alguna otra extra, aunque nosotros decidimos no dárnoslas.
Como todo, los lugares más turísticos gozan de mejores instalaciones y ofertas para el viajero, los menos turísticos no tanto.
Lógicamente y atento a la realidad del país, hay limitaciones que aún cuando elijas mejores hoteles, o comer en restaurantes, vas a tener que vivir. Esto es las carreteras en mal estado, las demoras, la falta de algún alimento, el corte de agua o de electricidad, entre otros (si bien hay hoteles que cuentan con generadores).
Respecto a seguridad, sabemos que hay algunas zonas no recomendadas para el extranjero por temas de seguridad, e incluso algunas carreteras. También ciudades como Antananarivo tienen mala fama, sobre todo para andar en la noche.
La realidad es que nosotros no nos sentimos inseguros en ningún momento, y nos pareció que en líneas generales y teniendo los cuidados básicos, es un país bastante seguro, de hecho más que otros países de África.
Punto de vista subjetivo.
Dicho todo esto, y saliendo de nuestra mirada de viajero y de como nos va a afectar objetivamente el hecho de recorrer uno de los países más pobres del mundo, llega el momento de pensar más allá. Sería muy loco hablar solo de lo que a uno lo afecta directamente, sin ver la realidad en la que está sumergida el país que uno está visitando. Es parte de ser viajero, y de entender los lugares que conoces.
Además, es imposible que vivir y ver de primera mano una realidad así no te afecte ni te modifique, no solo ya como viajero, sino como persona. Habíamos visitado otros países bastante difíciles en este sentido, como puede ser India, Egipto, Vietnam o Tanzania. Pero nunca habíamos vivido una realidad como esta.
Pensemos por un segundo que, esos aspectos que mencioné como limitantes, más todo lo que comentamos al inicio del post sobre el PBI per cápita, son la realidad para millones de personas que viven en Madagascar. El nivel de pobreza y de necesidades básicas no cubiertas que vimos en este país, fue desgarrador.
Niños chiquitos solos en medio de la nada, casi desnudos, que ya no te piden dinero sino simplemente botellas de plástico vacías para juntar agua, o ponen sus manitos chiquitas juntitas pidiéndote algo de comer. Te piden COMIDA. AGUA. Tarros o bolsas que nosotros consideramos basura. Es difícil de poner en palabras lo que uno siente ante realidades así. El corazón se te hace pasita, se te estruja y te invade una mezcla de sentimientos. Tristeza, desolación, impotencia, rabia, culpa. Mucha culpa.
Culpa de saber que si bien vivimos en Sudamérica y muchas veces nos quejamos de como está el país, no tenemos ni idea. Culpa de ver con tus propios ojos que hay personas sufriendo este nivel de miseria.
La vida del malagache sin embargo, transcurre en las calles, y transcurre en comunidad. De manera normal. Uno pensaría que ante una realidad así, lo que se respiraría en las calles sería violencia, inseguridad, hostilidad hacia el extranjero. Que conforme salir del aeropuerto serías un símbolo de euros, serías como suele decirse “un ATM con patas”.
De hecho esto lo hemos vivido en carne propia en muchos otros lugares del mundo, donde ver un turista es sinónimo de dinero fácil. Donde intentan a toda costa pedirte dinero, cobrarte demás o engañarte de algún modo. Donde sos el objetivo fácil para robos y todo tipo de engaños. Pero acá, no es así.
Esta situación de pobreza no es en todos los lugares y todo el tiempo, pero es una realidad imposible de ignorar al recorrer el país. Y no, de esas situaciones mas extremas no sacamos fotos porque nos pareció demasiado… Lo que les mostramos en fotos son situaciones del diario vivir al recorrer el país.
Habíamos coordinado unos días antes con Tsiry, nuestro conductor-guía malgache. Compramos el pasaje menos de una semana antes del viaje, y si bien era un país que ya teníamos bastante investigado porque siempre habíamos querido ir, tuvimos que ponernos a organizar todo con muy poca anticipación.
Averiguando temas de transporte decidimos que era mejor sin duda movernos por cuenta propia en vehículo alquilado, y que la práctica más común allá era que un particular te alquile su vehículo con conductor incluido (por lo general el dueño mismo es quien conduce). Pueden leer más sobre este tema y la experiencia en este post.
Al principio nos cuestionamos respecto a si nos pediría una seña, y desconfiamos un poco. Cuando nos dijo que no era necesario señarle nada, que el día acordado nos esperaba en el aeropuerto y luego arreglábamos el pago una vez ahí, pensamos que nos iba a dejar tirados. Pero nada que ver: llegamos y ahí estaba Tsiry esperándonos. Con una sonrisa, y pronto para llevarnos al hotel en Tana, y al día siguiente salir a recorrer este increíble país.
Desde este momento, cada persona que nos cruzamos nos demostró lo mismo. Nos recibió con una sonrisa, nos hizo sentir bienvenidos. Esto nos pasaba hasta en la calle. Acá no éramos sinónimo de dinero, ni se nos acercaban solo para pedirnos algo, de hecho la gente nos sonreía pero no se nos venía todo el mundo encima como nos ha pasado en otros países.
Se nos acercaban a charlar, a pedirnos que les sacáramos una foto para luego verse, o sobre todo los niños para curiosear. Cuando volamos un dron en medio del campo, en dos minutos éramos una multitud. Todos querían ver que era aquello, y ver sus casas desde el aire.
Reconozco que en ese momento, mi cabeza uruguaya pensaba que alguien nos iba a querer robar. Va a venir uno que va a tratar de agarrar el dron, o de llevarse en un descuido una mochila. Pero no fue nada de esto. La gente quería ver que hacíamos, quería sacarse fotos, querían saludar al dron, ver como era. Los niños ya sabían lo que era un dron, pero los más grandes no tenían idea y se sorprendían cuando tomaba vuelo. Mas aún al verse saludando en la pantalla, o que el dron se perdía a lo lejos y veían sus casas, sus cultivos, su poblado, desde el aire.
Ir cruzando el país por tierra fue duro, e increíble a la vez. Duro no solo porque las distancias son largas y toman el doble de tiempo por el estado de las carreteras, sino porque ves una realidad que nunca habías visto antes.
La vida transcurre en las calles y en comunidad. Como comentábamos al hablar de la situación del país, la principal actividad económica de la población es la agricultura y ganadería, por lo cual al cruzar el país ves a todos trabajando en el campo o en actividades relacionadas directamente.
Y cuando digo todos son todos: personas de todas las edades, desde niños chiquitos hasta adultos mayores. Niños de 3 añitos cargando fardos enormes en sus cabezas, ancianos que tal vez no sean tan ancianos pero lo parecen debido al desgaste y condiciones de vida, arando el campo con sus manos. Mujeres con bebitos a sus espaldas, trabajando el campo.
Las técnicas de cultivo son manuales, y todo el trabajo es manual. Cargan todo en su cabeza a tracción humana, si llevan un carro lo tiran personas por lo general descalzas. El campo es arado cuando mucho por bueyes, y todo el proceso es también manual. Vas a ver a las personas cosechando arroz, secando choclos o granos en las calles y rutas (ponen la cosecha extendida sobre la calle para que se seque).
Realmente si hay algo que vimos, es gente muy trabajadora y sacrificada. Transportan la carga por kilómetros, y la mayor parte de las veces lo que cosechan a duras penas les alcanza para cubrir las necesidades básicas alimenticias de la familia.
La mayoría de los hogares no cuentan con ningún tipo de comodidad básica. No tienen agua corriente ni condiciones sanitarias mínimas, no tienen medios de refrigeración ni calefacción, no cuentan con energía eléctrica y mucho menos tecnología, y por lo general conviven muchas personas en un mismo ambiente.
En algunas zonas no tienen energía eléctrica, y cuentan con algún panel solar que alimenta la electricidad para lo más básico de esa comunidad.
Para traer agua a los hogares muchas veces caminan kilómetros y lo cargan también sobre sus cabezas. Por lo general no cuentan con vehículos, herramientas de trabajo, ni elementos tan básicos como puede ser una carretilla: en muchos lugares vimos que las carretillas las hacen con palos y madera.
La ropa se lava en los ríos y arroyos, y se pone a secar en el pasto o extendida sobre arbustos y árboles pequeños.
En adición a esto, no hay obligación de mandar los niños a la escuela como por ejemplo en Uruguay. Así, es muy común que los niños estén ya desde muy pequeñitos trabajando solos, y es moneda corriente ver un grupo de niños pequeños a cargo de un niño un poco mayor que con suerte tendrá 7 años. Los niños arrean cebú, cargan cultivos y fardos, lavan ropa en los ríos y hacen prácticamente todo lo mismo que los adultos.
No se ve una distinción entre “trabajos de hombre y trabajos de mujer”, como por ejemplo vimos en Tanzania y Kenia, donde el hombre tenía un rol preponderante, donde la sociedad se organiza en torno a un patriarcado extremadamente marcado y la mujer tiene labores definidas. Acá vimos a todos trabajando por igual, y en el mismo tipo de tareas: hombres lavando ropa en los ríos, mujeres arando el campo, niños arreando o pastoreando cebús.
Nos llamó especialmente la atención ver el nivel de necesidad sobre todo en algunas regiones, como en la costa oeste camino a Morondava, y rumbo al sur camino a Isalo.
Una práctica común sobre todo en el sur, es que como el Estado no refacciona las calles, los niños lo hacen con piedras, tierra y escombro, y luego cobran a los autos una especie de “peaje” por su trabajo. Pero ese peaje no es que te piden una suma de dinero, sino que te piden comida, agua, o simplemente una botella vacía para juntar agua. Es algo muy crudo.
En una situación nos encontramos con que una niña se acercó a la camioneta cuando nos disponíamos a bajar. Nos pedía claramente algo para comer, y por la ventana vio que en el bolsillo de atrás del asiento, había un paquete de galletitas abierto. Nos lo señaló y obviamente Gastón le dio uno, y yo le di el que tenía de mi lado a un nene chiquito que se acercó también.
Enseguida empezaron a llegar un montón de niños de todos lados, poniendo sus manitos haciendo huequito… y no teníamos más nada. Gastón encontró un paquete de tostadas abierto, quedaban poquitas y estaban todas rotas. Apenas las agarró y me dio un puñado, se me empezaron a acercar un montón de niños más… literalmente estaban juntando las migas.
No querían plata, querían comida. Al final quedó una nena chiquita, que no llegó a agarrar nada, y no les puedo explicar el nivel de desesperación e impotencia que sentí. La culpa. La tristeza. No pude hacer otra cosa que mirarla y largarme a llorar. La nena simplemente me sonrió y se fue, mientras yo quedé pasmada, helada, inútil. Para ella esa es su realidad. Está acostumbrada. Para mi fue una patada en el pecho, un baldazo de agua fría y de realidad que nunca había vivido.
Y acá pueden venir los típicos comentarios simplistas del estilo “ah, no hay que ir a África para ver esto, en nuestro país seguro también hay pobreza”, y bla bla. Los invito a ir. Hemos visto situaciones de pobreza, hemos recorrido otros países en situaciones de pobreza, pero nunca habíamos vivido algo a este nivel. Y que la gente a pesar de todo fuese tan agradecida y encima nos tratara tan bien, de no notar un resentimiento o la violencia que seria esperable o que hemos visto en otros lugares ante realidades asi. Es gente humilde, sacrificada y trabajadora.
Les puedo asegurar que es imposible que un país y vivir por un instante realidades así, no te movilice. No te mueva una fibra. No soy una persona que se emocione fácil, de esas que lloran con una película o que tienen los sentimientos a flor de piel. Pero en Madagascar me pasó que una vez por día como mínimo, me encontraba con un nudo en la garganta y la lágrima pronta. De tristeza, de felicidad, de impotencia.
De ver sonrisas tan genuinas que emocionaba, de ver realidades tan crudas que te partían el alma, de ver naturaleza como nunca habíamos visto antes.
Nadie dijo que sea un país fácil de recorrer, mucho menos de vivir. Nosotros lo recorrimos en vehículo privado, lo cual si bien nos permitió ir más cómodos que viajar en Taxi Brousse, nos permitió también ir parando en lugares más remotos, tener contacto con pueblos más chiquitos, y que Tsiry nos contara muchas cosas sobre su país.
El malgache es por lo general una persona tranquila, humilde, pero sumamente digna. Pese a todas sus necesidades nunca nos demostraron resentimiento, ni enojo, ni intenciones de querer sacar un provecho económico de nosotros, reacciones que serían hasta lógicas. Nos mostraron que ante todo son dignos, son una comunidad que trabaja y vive en comunidad, que respeta normas de convivencia básica. Que agradecen los gestos más chiquitos.
Y a veces uno se queja por tantas pavadas en su vida diaria, o simplemente no es consciente de la suerte y los privilegios que tiene. Si, aún cuando vivas en Sudamérica y puedas pensar lo mal que está tu país, o la región, o lo que sea… uno sigue siendo en cierta medida privilegiado.
Tener acceso a educación, un plato de comida caliente, un techo y una cama donde dormir, medicamentos, acceso a la salud, ropa, una heladera o un lugar donde cocinar, o simplemente agua para tomar, bañarte o incluso para lavar tu ropa, son cosas que damos por sentado pero que millones de personas no tienen y tal vez nunca tengan acceso.
Ni que hablar ya de poder estudiar, trabajar y tener tiempo de ocio, salir a pasear, viajar… son privilegios que con seguridad muchas de las personas que nos cruzamos en este viaje, muchos de esos niños, nunca lleguen a gozar.
Como todo en la vida, uno vivió esa realidad solo durante unos días. Pero estamos convencidos de que cada viaje te modifica, te cambia en algo, te enseña. Nunca volves de un viaje siendo exactamente la misma persona que cuando te fuiste. Y cada región, cada cultura, cada país o realidad que visitas, te enseña una lección distinta.
En este caso, si bien obviamente cuando volvés a tu casa y a tu realidad inevitablemente te acostumbras de nuevo a eso, a tu realidad, es también inevitable no empezar a ser más consciente de esas cosas que tenés la suerte de poder tener. Y que si bien digo “privilegios”, en realidad no deberían ser tales, deberían ser cosas de las cuales todos pudiéramos gozar.
Pero sos tal vez un poquito más consciente de esos detalles, y de que si bien siempre solemos comparar nuestra situación con la de Canadá, Nueva Zelanda, Estados Unidos o Suecia y pensar lo mal que estamos, también tenemos que empezar a comparar con países como Madagascar, que son tan parte de este mundo como todos los anteriores.
Viajar y recorrer uno de los países más pobres del mundo no es fácil. Pero es inmensamente aconsejable para tener una perspectiva más amplia y completa de este mundo en el que nos tocó vivir.
Esperamos los hayamos hecho reflexionar, y viajar por este país. Esperamos haberles transmitido aunque sea un poquito de lo que significó Madagascar para nosotros y en nuestra vida viajera.
Madagascar no es un país fácil de viajar, no te vamos a mentir. Tiene lugares naturales increíbles, gente super amable, y paisajes espectaculares. Ofrece fauna y flora únicos en el mundo, playas paradisiacas y lagunas naturales hermosas, pero también realidades como la que les contamos. Todo en partes iguales.
No es un país para hacer tu primer viaje, eso es cierto. Pero si ya has recorrido otros lugares del mundo, y estás dudando si ir o no, anímate. Si querés hacer un viaje desafiante, y sumergirte en realidades completamente distintas, este país va a ser un maestro perfecto. No hay forma que vuelvas siendo indiferente a la isla malgache. Hemos dicho que Madagascar se ganó un pedacito en nuestro corazón… y no dudamos en que vamos a volver.
Podes leer todo lo que hemos escrito sobre Madagascar acá.
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